El temporal en la Provincia puso en evidencia la vulnerabilidad de los mayores ante las catástrofes climáticas. Más de la mitad superaban los 70 años. Además, hubo algunos que murieron electrocutados.-
Los decesos producidos durante la tragedia climática arrojan un patrón. Todas las víctimas tenían entre 20 y 96 años, según comunicó ayer a la tarde el ministro de Seguridad bonaerense, Ricardo Casal. De ellas, sin embargo, 28 eran mayores de 70 años.
Así, los más golpeados fueron los adultos mayores. Además del segmento de víctimas que eran jubilados, de los 51 muertos (24 mujeres y 27 hombres), 43 superaban los 50 años.
La situación expone la vulnerabilidad de este grupo etario en situaciones de emergencia climática. Las personas fallecidas no supieron cómo reaccionar, siendo varios de ellos discapacitados o con movilidad reducida. Una abuela pemaneció con su andador hasta que terminó ahogandose en el comedor de su casa, según el rastreo realizado en los 5.940 domicilios por personal de Seguridad. En Villa Elvira, un hombre de 64 años intentó cruzar la calle, procurándose asistencia. Contaba con una renguera y falleció en el intento.
"No estamos preparados para catástrofes", señaló hoy el doctor Máximo Ravenna. En radio Del Plata, explicó que probablemente las personas de tercera edad sufrieron una situación de distress, que es el miedo por la falta de preparación para una acción externa. "Es cuando la acción externa genera una parálisis, una situación de defensas muy bajas. Cuando hay ignorancia respecto de la situación que se viene, obviamente el nivel de angustia y de susto es inmenso, y esto genera una actitud probablemente opuesta a lo que sería la resiliencia, que es agudizar el ingenio".
"La gente de la tercera edad fue la más asustada", indicó, y agregó: "La disminución del estado de atención es normal en una persona mayor. Hay posibilidades de que esté mas entregada (a la muerte), no va a estar a la defensiva de su propia vida".
La mayoría de los fallecidos murieron ahogados, arrastrados por la corriente o succionados por las bocas de tormenta. Otros dieron la vida en su afán de ayudar a sus seres queridos y vecinos.
También hubo circunstancias donde la fatalidad brotó como un golpe del destino. Un hombre falleció ante la imprudencia de empujar su auto para que no sea afectado por la corriente, quien concluyó muerto debajo del vehículo. Otra víctima fue empujada por un automóvil en una lomada, cuya marcha se detuvo contra un árbol. En una situación desesperante, allí falleció una vez que lo tapó el agua.
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